Un texto íntegro de algún capítulo o extracto de algún libro a libre
elección por parte del alumno y con extensión mínima de 3
páginas
máximo 6, en donde se identifiquen 20 ejemplos lo siguiente:
1. Punto seguido
2. Punto y aparte
3. La coma
El principito
Pasaba solo mis días, sin encontrar a nadie con quien verdaderamente
pudiera hablar, hasta
que algo me sucedió hace ya unos seis años, en el desierto de Sahara. Mi motor sufrió una rotura. Como no contaba con
mecánico ni pasajeros, no tuve otra opción que la de intentar solo una difícil
reparación.
Indudablemente era para mí, una cuestión de vida o muerte. El agua que tenía, sólo me
alcanzaba para ocho días.
Me recosté sobre la
arena, pasando así mi primer noche nada menos que a mil millas de toda región
habitada. Me encontraba
por cierto, más alejado
que un náufrago dentro de una balsa en medio del océano. Inexplicable fue mi sorpresa, cuando al
despuntar el día una extraña vocecita me decía casi suplicante:
-¡Por favor... dibújame un cordero!-
¡Eh! -exclamé.
- Dibújame un cordero...
Como atravesado por un rayo, de un salto me puse en pie,
refregué mis ojos y observé con severa atención. Me encontré frente a un increíble hombrecito que
me examinaba gravemente.
Es éste el retrato más acertado que tiempo más tarde logré
hacer de él.
Seguramente el modelo, es mucho más encantador que mi copia. Como ya os dije, las
personas grandes me han desalentado de mi carrera de pintor cuando tenía apenas
seis años, habiendo
sólo aprendido a dibujar las boas cerradas y las boas abiertas.
Continuaba absorto mirando aquélla aparición ya que me
encontraba, como les dijera, a mil millas de toda tierra habitada. El hombrecito sin embargo,
no me parecía extraviado,
ni cansado, ni muerto
de sed ni de hambre y menos muerto de miedo. No tenía el aspecto de un niño
extraviado.
Al fin pude hablar y entonces dije:
-Pero... ¿qué haces aquí?
Suavemente pero muy serio repitió:
-Por favor... dibújame un cordero...
Cuando el misterio es demasiado grande, es imposible desobedecer. Por ridículo que me
pareciera, a tantas
millas de una región habitada y en peligro de muerte, tomé de mi bolsillo un
papel y un lápiz.
Comuniqué al hombrecito, no en el mejor tono, que no sabía dibujar. Me contestó:
-No importa. Dibújame un cordero.
Nunca en mi vida
había dibujado un cordero,
de manera que decidí rehacer uno de los únicos dibujos que me sentía capaz de
realizar. El de la boa cerrada.
Incalculable mi sorpresa, cuando oí al hombrecito responder:
-¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa. Las
boas son sumamente peligrosas y un elefante muy embarazoso. En mi casa, todo es
pequeño. Lo que necesito es un cordero. Por favor, dibújamelo.
Entonces dibujé:
El hombrecito miró con atención y luego dijo:
-No lo quiero. Este cordero está muy enfermo. Debes hacer
otro.
Mientras dibujaba, mi amigo sonreía
amablemente pero con cierta soberbia:
-¿Ves?... No es un cordero, más bien es un carnero. Tiene
cuernos...
Hice nuevamente el dibujo, pero fue rechazado como los anteriores:
-Este es muy viejito; quiero un cordero que viva muchos año
Ya algo impaciente y apurado por desmontar mi motor, garabateé por último este
dibujo: Le dije:
-Esta es una caja. El cordero que quieres está adentro.
Sorprendido me quedé
al comprobar que el rostro de mi joven juez se iluminaba:
-¡Es exactamente como lo quería! Me pregunto si necesitará
mucha hierba este cordero.
-¿Por qué?
-Porque en mi casa, todo es muy pequeño...
-Seguro que alcanzará. En verdad, te he regalado un cordero
bien pequeño.
Mirando el dibujo, con la cabeza inclinada dijo:
-No tan pequeño... ¡Mira! Se ha dormido.
Así fue como conocí
al principito.
lll
No fue tarea fácil comprender de dónde venía. El principito
me acosaba a preguntas y no parecía preocuparse demasiado por las mías. Muy
lentamente y a través de algunas palabras emitidas al azar, es como pude poco a
poco enterarme de todo. Al ver por primera vez mi avión (al que no dibujaré por
ser algo complicado para mí), me preguntó:
-¿Qué es esta cosa?-
No se trata de una cosa. Vuela. Se llama avión. Es mi avión.
Sentí orgullo al hacerle saber que volaba. Entonces
exclamó:
-Entonces ¿has caído del cielo?
-Sí -dije humildemente.
-¡Ah! ¡Qué gracioso!...
El principito soltó tal carcajada que me sentí muy
irritado. No me gusta que se tomen a risa mis desgracias.
Inmediatamente agregó:
-Entonces, ¡tú también vienes del cielo! ¿De qué planeta
eres?
El misterio de su presencia quedó transformado en una luz y
pregunté atropelladamente:
-¿Tú vienes de otro planeta?
Pero no me respondió. Movía la cabeza muy suavemente de un lado al otro mientras miraba mi avión:
https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=9175
No hay comentarios.:
Publicar un comentario